
Los secuestradores pidieron la liberación de 200 guerrilleros palestinos en Israel a cambio de los deportistas israelíes. Como cualquier intento de éxito con esta petición sería inútil, decidieron pedir un transporte para escapar de Alemania. Sin aceptar ayuda externa, los expertos anti-secuestros alemanes aceptaron la oferta de los terroristas, pero con la intención de hacerlos caer en una trampa consistente en un avión "disfrazado", con agentes armados en sitios estratégicos. Los plagiarios y sus víctimas subieron por la noche a un helicóptero rumbo al aeropuerto.


Al día siguiente se realizó un servicio fúnebre en el estadio Olímpico de Munich. A pesar de tener la posibilidad a los deportistas de dejar de competir si éstos querían (la delegación de Israel se había marchado), los juegos continuaron hasta su fin, pero el espíritu de los juegos olímpicos fue eclipsado por la tragedia.
Sin duda el atentado de Septiembre Negro contra los atletas israelíes en las Olimpiadas fue el punto clave para que el mundo tome real conciencia de lo que estaba pasando en el Medio Oriente. Lo que siguió de ahí en adelante, sería una serie de venganzas de uno y otro bando que hasta el día de hoy no para, cobrando cada vez más y más víctimas, en un conflicto que pareciera no tener fin y en la que nadie quiere ceder.
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